16 octubre, 2015

Celulares


Suena… sonido… vibración y respuesta. Alejarse de todos a través de un zumbido. Un segundo de siempre, de los que se repiten en la inconsistencia del mañana en hoy, de la inmediatez absoluta, de la necesidad moderna y eterna de estar siempre presente. Sonido lastimero que rompe la calma, que clama entre sus entrañas la excusa perfecta para escapar de uno mismo… para romper lo que haces sin la conciencia de lo actuado. Para no mirarte, para no pensarte, para estar sin estar. Cabeza agachada con una tenue luz reflejando la mirada absorta. El segundo preciso de una epifanía universal desperdiciada por querer tomarte una foto en la que también aparezcas tú. Tú. Esa es la palabra. Ese es el resumen: Tú. La nada quebrándote, el vacío llevándote, la calma a la angustia inyectada por la emoción del mañana, el terror vacuo del presente callado… Tú, esa es la decisión, esa es la constante: Tú. Como si el zumbido endemoniado no pudiera esperar a ser atendido, como si tus manos fueran propulsadas contra tu voluntad, y llevadas al letargo plano y esteril de la comunicación absoluta… del estar presente sin quedarte, de irte sin alejarte, de estar siempre ahí, sin un segundo para ti. Y tú… sigue resonando en la nada esa palabra… “Tú”… como un mito, como una historia disímil de lo que te vino sucediendo y que no puedes esperar para contar… Tú, resuena en el vacío fulgurante de la soledad que te rodea con tantos rostros tan cercanos, pero tan ajenos y lejanos… Tú… tú y la inercia cancina de conocerte a través de los otros, a través de ese mirar… tú…

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