16 octubre, 2015

Celulares


Suena… sonido… vibración y respuesta. Alejarse de todos a través de un zumbido. Un segundo de siempre, de los que se repiten en la inconsistencia del mañana en hoy, de la inmediatez absoluta, de la necesidad moderna y eterna de estar siempre presente. Sonido lastimero que rompe la calma, que clama entre sus entrañas la excusa perfecta para escapar de uno mismo… para romper lo que haces sin la conciencia de lo actuado. Para no mirarte, para no pensarte, para estar sin estar. Cabeza agachada con una tenue luz reflejando la mirada absorta. El segundo preciso de una epifanía universal desperdiciada por querer tomarte una foto en la que también aparezcas tú. Tú. Esa es la palabra. Ese es el resumen: Tú. La nada quebrándote, el vacío llevándote, la calma a la angustia inyectada por la emoción del mañana, el terror vacuo del presente callado… Tú, esa es la decisión, esa es la constante: Tú. Como si el zumbido endemoniado no pudiera esperar a ser atendido, como si tus manos fueran propulsadas contra tu voluntad, y llevadas al letargo plano y esteril de la comunicación absoluta… del estar presente sin quedarte, de irte sin alejarte, de estar siempre ahí, sin un segundo para ti. Y tú… sigue resonando en la nada esa palabra… “Tú”… como un mito, como una historia disímil de lo que te vino sucediendo y que no puedes esperar para contar… Tú, resuena en el vacío fulgurante de la soledad que te rodea con tantos rostros tan cercanos, pero tan ajenos y lejanos… Tú… tú y la inercia cancina de conocerte a través de los otros, a través de ese mirar… tú…

18 junio, 2015

Santiago

Las mañanas las marca tu sonrisa. Esa pícara inocencia con que despiertas, luego de sueños trémulos, de movimientos tranquilos y livianos. Mirarte en esa felicidad tan simple, en esa fácil alegría de sentir que unos brazos te elevan de lo horizontal, y que puedes pasar el tiempo acunado en el confortable calor de unas manos que te aman. Sigue el día sin verte, y aunque sé que mamá te cuida, me llena de angustia el preguntarme cosas que debo aprender: ¿Seré tan bueno como quiero serlo?... Pequeño, me gustaría tener una respuesta, pero supongo que lo veremos con el tiempo. ¿Qué quiero? Quiero vivir para siempre. Eso quiero. Quiero vivir para siempre, y que en cada momento sepas que puedes contar conmigo. Que sepas que al voltear, estaré para ti. Que en mi poca sabiduría, las palabras que encuentres en mi siempre serán de aliento y sosiego. Quiero vivir para siempre, para darte todo de mí, para que sepas que nada en el mundo puede detener este amor tan intenso, tan puro y real. Quiero vivir para siempre, para poder enseñarte a jugar. Para poder enseñarte lo divertido de ser irresponsable, poder curar tus rodillas cuando caigas, y levantarte cuando el golpe sea muy intenso. Algún día aprenderás a levantarte solo, hasta ese momento, mamá y yo seremos los resortes. Quiero vivir para siempre, para que aprendas a valerte por ti mismo, para demostrarte que el ser un hombre no implica seguir al resto, modificar tu mente para calzar, o acomodarte a lo que esperan de ti. Ser un hombre consistirá en ser tú mismo, en defender tu posición, en respetar la de otros. Ser hombre significará sacar lo mejor de ti y ponerlo a disposición de otros. Quiero vivir para siempre, para regalarte todo aquello que quieras. Inventar alguna forma de bajarte la luna (si la quisieras), de pintar toda una casa en media hora, de pasarnos el día entero tirados en el pasto, convencidos de que es la mejor forma de aprovechar el tiempo. Regalarte lo mejor que he tenido, la dedicación constante de perderme en tu felicidad. Quiero vivir para siempre, para compartirme con tu mamá, y enseñarte que una familia se construye cada día. Que equivocarse es parte de aprender, y que la comprensión de una buena mujer que quiera compartir tu vida, es parte fundamental del proceso. Quiero vivir para siempre, hijo, porque sé que en esta vida habrán muchas dificultades, y quiero estar ahí para que sepas que puedes confiar en la gente. Para mostrarte que la tristeza también tiene un aprendizaje, que el desconfiar nunca será gratificante. Quiero enseñarte que el mundo es bueno, y que lo malo que tenga se compensa de alguna manera. Quiero enseñarte, también. Darte las herramientas para que desarrolles tu pensamiento. Mostrarte las cosas que me sirvieron mientras me hacía hombre, y esperar que no cometas lo errores que cometí yo. Sin embargo, ten presente, que si los cometes estaré ahí, también. Y no tengas miedo a equivocarte. Como te dije, se trata de encontrar a aquella persona que cree que tus virtudes son más grandes que tus errores, y que te demuestre cada día que puedes ser mejor. No intentes hacer que te quiera. No tendrá objeto. Te querré por siempre, por todos los años que tenga en esta tierra. Te amaré y respetaré, y te enseñaré a amar y a respetar. Empezaremos en casa: tu madre, hijo, es la persona más valiosa que jamás encontrarás. Cuídala y atesórala, porque es la mujer que me hizo dar cuenta de lo bendecido que soy, la que te trajo a este mundo lleno de amor. Resalta tu propio valor sobre el de otros, no caigas en la falsa modestia de sentirte igual al resto, porque jamás lo serás. Eres lo suficientemente especial como para triunfar y ser un hombre de bien. Me gustaría contribuir contigo, me gustaría enseñarte todo lo que soy… y si te sirve algo, por pequeño que sea, consideraré cumplida mi misión. ¿De qué misión estoy hablando? No estoy del todo seguro. Solo se que quiero vivir para siempre, para ver si el cuidarte, amarte, protegerte y enseñarte compensan, de alguna manera, los errores que vaya a cometer mientras creces. No te mentiré, hijo. No soy perfecto, y es mejor que lo sepas desde ahora. Pero te cuento un secreto que compartiremos tú, yo y mamá: no se trata de ser perfecto, se trata de querer aprender más y más. Te amo, pequeño. Te amo como nunca pensé amar. Te amo como si en el mundo no fuera permitido querer más. Como si todas las lunas de aumento del mundo solo pudieran magnificar algo tan infinito, tan indefinible, tan difuso y poco entendible… Te amo tanto a ti y a mamá, que quiero vivir para siempre, solo para poder verlos cada mañana, cada tarde, cada noche… cada madrugada en silencio… Pero vamos paso a paso, por ahora me quedo con esa sonrisa pícara de cada mañana, esa que nos enamora a mí y a mamá.

08 mayo, 2015

¿Y qué?

¿Y qué? Qué si la vida pasó sin que nos diéramos bien cuenta de que no había nada que esperar… que esperar era una excusa para no contentarse con lo que tenemos… ¿Y qué? Qué si en realidad lo único que queríamos era vivir de los recuerdos, de los momentos que ya no están… ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué, entonces? ¿Cómo hacer? ¿Cómo dejar de negar lo innegable? Que en realidad el pasado es más presente que el presente… que todo lo que he sido es eso, lo que fui, y que ahora mis pensamientos, mis formas de ver la vida, son un lastre, una carga, una indiferencia cargada de melancolía… una estrella partida en un cielo que nadie quiere ver… ¿Y qué? ¿Qué hacemos con la nostalgia? ¿Que hacemos con esa sensación rara de querer estar solo en un cuarto, con la luz apagada, y enterrar mi frente en la comisura de mi brazo?... querer que pasen las horas entre el silencio y la reflexión silenciosa de una mirada clavada en la nada total, en el negro absoluto… ¿Y qué? Qué más da lo que yo sienta… qué más da lo que se pierde… qué más da que te ame como nunca amé, que quiera volverme loco cada día, para que me cuides y quieras ser parte de mi… ¿Y qué? Si lo de hace un segundo era mejor, si lo de ayer fue lo mejor, si el futuro se ve tan absurdo, tan descolorido… y lo pintas así, me dueles así… que tristeza tan profunda, que melancolía tan sincera… Desdibujemos la nada, entonces… veamos la lluvia escurrirse por la ventana en el invierno más frio, contemplemos como se rompe el silencio, como las cadenas se vuelven sombrías, como las esquirlas de los recuerdos pinchan los globos del hoy. Y qué? Qué si te amo a pesar de que cuando me mires no me veas a mi, sino a mi ayer…